martes, 16 de abril de 2013

Reflexionando aquí...


Hace días que estoy por escribir esto y no me decidía. Quizá no quería sentar una posición al respecto, pues con total sinceridad, me sentía bastante desesperanzado después de ver todos los acontecimientos que han ocurrido en este país desde el pasado 7 de Octubre, y ni se diga después de la muerte del Ex presidente Chávez. Sin embargo las manifestaciones producidas de ambos lados desde el domingo me han animado a escribir estas sencillas líneas.

Tengo que empezar declarando que estoy muy cansado… Estoy cansado de este clima de tensión. Estoy cansado de tener miedo. Estoy cansado de que en las redes sociales lo único que lea sean comentarios acerca de política, en su mayoría descalificando e insultando abiertamente, bien sea al oficialismo o la oposición. Estoy cansado de leer cosas como: apátrida, traidor, chavista, bruto, ignorante, y un largo etcétera que todos conocemos bien.

Yo nací hace 34 años en un país donde había Adecos y Copeyanos, Caracas y Magallanes, cerveza Polar y Cerveza Brahma, Nintendo y Playstation, y cada quién decidía lo que mejor le parecía pero nadie se caía a insultos por eso. Realmente lo de Chavistas y Opositores tiene un poco menos de 14 años, así que es relativamente nuevo si lo comparamos con la historia de nuestro país, pero cómo se nos ha metido en lo más hondo del pecho. Yo digo que ya es hora de quitarnos esa moda, que me parece bien fea por cierto.

Quiero invitar a todo el que lea este artículo, de la orientación política que sea, del color que sea, del equipo de fútbol que sea, de la orientación sexual que sea a que diga BASTA. Basta de esta desunión que nos enseñaron, porque no nos vino de nacimiento y mucho menos la pedimos. Basta de mirar al de al lado como si fuera inferior a mi porque piensa distinto. Basta de ese resentimiento contra mi vecino o contra el señor del carro o de la moto que está compartiendo la cola de todos los días.

Somos un país en el que todo el mundo sabe siempre lo que es mejor. Donde tenemos siempre una crítica preparada, pero casi nunca aportamos una solución. Donde siempre buscamos tener la razón, pero casi nunca sale una disculpa de nuestra boca si estamos errados. Donde el generalizar se ha convertido en el pan de cada día y el pensamiento absoluto es lo que rige nuestra vida: “Si es Chavista es malo y está equivocado”, “Todos los opositores son unos intransigentes”, “Todos los Chavistas son unos brutos sin educación”, “Los opositores son unos golpistas”. Lo siento mi gente pero yo tengo amigos y familiares que son chavistas y también tengo amigos y familiares que son de oposición, y no por eso los dejo de querer más o menos, aunque en ocasiones esté en desacuerdo con alguno de ellos, porque gracias a Dios tengo capacidad de raciocinio y puedo discriminar lo que yo desee, y estar de acuerdo con lo que me parezca y en desacuerdo con lo que no. Eso es lo hermoso de vivir en un país democrático y libre. Repito, no hay nada que me parezca más peligroso que generalizar y meter a todo el mundo en el mismo saco.

Pienso que el camino para mejorar nuestra calidad de vida no lo decide un presidente, o un gobernador o un alcalde, lo decidimos nosotros mismos, pero hay que trabajar por ello y colaborar para que se logre. No podemos esperar que nuestros gobernantes resuelvan todos nuestros problemas porque no lo van a hacer, y lamento que alguien se sorprenda con mis palabras, pero así es. Ni Capriles, ni Maduro, ni Evo, ni Obama, ni el Papa hacen milagros y resuelven los problemas de la gente. La gente resuelve sus propios problemas. Y les voy a decir algo más: Es hora de empezar a ser ciudadanos y dejar de ser habitantes de este país. De nada sirve que usted vote con la mayor alegría, entusiasmo y esperanza en uno u otro candidato si usted no ayuda a construir país. Si usted exhibe con orgullo una franela de un color, pero no le da los buenos días a su vecino. Si usted se pone esa camisa vino tinto para gritarle al mundo que usted es venezolano a mucha honra y no le cede el paso a una señora que quiere cruzar la calle. Si usted grita consignas para un lado y para otro con todo el sentimiento que le cabe en el pecho, pero después de la concentración deja la calle hecha un destrozo y llena de basura. Vote sí, pero haga valer su voto demostrando que a usted le importa su país. No se coma la luz del semáforo, no se colee, entregue correctamente el vuelto, salude y despídase al entrar a algún lugar. Yo le garantizo que si usted le sonríe al mundo el le devolverá una sonrisa, así como también le garantizo que si usted lo que le ofrece al mundo es agresividad probablemente reciba lo mismo.

Si unos pocos empezamos a colaborar y a cambiar esta realidad podemos ser multiplicadores de este fenómeno. No digo que sea fácil, pero tampoco me parece imposible dejar de insultar a la gente o de descalificarla. No me parece muy complicado decir buenas tardes al montarse en un ascensor, o esperar 10 segundos más hasta que el semáforo cambie de rojo a verde. Yo estoy dispuesto a hacerlo por mi país y por su gente, no por un político de un partido u otro, que al final pasarán a la historia como buenos o malos gobernantes, pero la calidad de vida permanecerá por siempre si le damos una oportunidad.

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